Redacción | Ometepec, Gro. | 2 de marzo de 2022
Aunque tenía la consulta a las 8:00 horas de este 2 de marzo, llegó al hospital minutos después de las 7:00, realizó los trámites en la caja para sacar el documento del INSABI que acredita el pago de la consulta y se fue al área de consultorios, minutos después llegó el médico y lo abordó, pero éste le dijo que esperara a la enfermera.
La enfermera llegó después de las 8:00, se puso al día con los chismes con sus compañeras; al terminar de ponerse al corriente, empezó a atender a los pacientes. Pesa a los pacientes, le toma la presión y temperatura.
Justo cuando iba a pasar el primer paciente del día, el doctor sale del consultorio, ya casi eran las 9:00 horas; que iba a desayunar, dijo, algunos pacientes se molestan, pues llevan casi dos horas esperando.
Casi a las 10:00, les avisan que el doctor tiene cirugía, que tendrán que seguir esperando. Algunos pacientes y familiares, molestos, dicen que ese doctor Cuevas siempre hace eso para que lo consulten de forma privada, pues no hay otro especialista.
Solo dos consultorios están funcionando, uno que atiende a los diabéticos y un internista, los pacientes salen rápido y la sala se queda casi vacía, solo los que esperan a ese médico siguen ahí, algunos regresan de almorzar y siguen esperando.
Llega la hora del almuerzo para el personal, pasan personas con comida por el pasillo, pasan y pasan, hay mucha gente ahí.
A las 11:00 horas, ya está desierta de pacientes el área de consulta externa, pero sigue plagada de personal, enfermeras, de mantenimiento, del laboratorio (que no funciona desde el año pasado), hacen corrillos para platicar, los pacientes siguen esperando, esperando.
Casi son las doce del día y el médico que citó a los pacientes a las 8:00 horas, no llega. El pasillo está lleno de gente, de personal que labora en el hospital. Demasiado personal y pocos pacientes. Un cálculo a groso modo: habrá entre 8 y 10 empleados del hospital por cada paciente, hasta detrás de las ventanillas de la farmacia, archivo, caja, se pueden ver hasta 5 personas “trabajando”, algunas están tan aburridas que se ponen a tejer.
El paciente se desespera y decide irse, pide que si le programan su cita, pero le dicen que en hasta en tres meses. Prefiere retirarse sin decir nada, cruzar el bulevar e ir con un médico de una farmacia donde venden medicamentos “casi iguales”, cobrándole la módica cantidad de 45 pesos por la consulta.
Como estuvo horas y horas esperando, el paciente pudo deambular por las instalaciones, en el área de diabéticos no tienen ni lancetas para tomar muestras, mucho menos tiras reactivas para medir el nivel de glucosa de los pacientes, el médico solo los revisa y les da un frasco de insulina.
El laboratorio está inoperante, solo se puede ver a un joven por la ventanilla mirando fijamente su teléfono celular, su trabajo solo es avisar a los incautos que llegan ahí que no hay servicio de laboratorio.
Solo algunos afortunados tienen el privilegio de que les autoricen hacerlos en un laboratorio privado con cargo al INSABI, dicen algunos.
Las trabajadoras sociales con su traje rosita, caminan rápido, como si una vida dependiera de ello, tratando de evitar que la gente las aborde y le reclamen, como el paciente se enfilaba a preguntarle qué procede en estos casos, ella apuró más el paso.
Las trabajadoras de limpieza realizan su tarea, pero en el piso se aprecia sucio, se pueden ver hasta cotonetes tirados en una zona recientemente aseada.
En la parte de afuera, hay muchos familiares de pacientes internados, están al pendiente, porque seguido sale alguna enfermera a pedirles que compren medicamentos o algún material que necesitan para su enfermo, pues para variar y no perder la costumbre: casi no hay medicamentos.