Bernardo Torres/API
Chilpancingo, Gro. 29 de Marzo del 2020.- La agricultura es una de las actividades que no ha parado, ni puede suspenderse en medio de esta contingencia que se vive a nivel mundial por la pandemia del Coronavirus (Covid-19), no obstante, los campesinos ya resienten los efectos de la crisis que se aproxima.
En la localidad de Azinyahualco, municipio de Chilpancingo, el 100 por ciento de la población se dedica a la siembra de diversos cultivos. Los principales; jitomate, maíz para la venta de elote, aguacate y hortalizas.
Aquí, manifiesta Pablo Salvador, productor de jitomate en invernaderos no puede descuidar un solo día la planta, la cual requiere riego, fumigarse y aplicar fertilizante, además de recoger la cosecha.
De ese pequeño invernadero obtenido mediante un programa gubernamental, dependen directamente dos familias, además de otras 20 que se emplean para los diferentes trabajo, principalmente la recolección de la fruta, cada ocho días.
El jueves recolectó más de 100 cajas de este producto que llevará a vender al poblado del Ocotito, a unas dos horas de camino. Ahí espera que llegue algún comprador de Acapulco o Chilpancingo, pero existe la incertidumbre de que no se venda, dadas las restricciones implementadas.
Sobre los estragos que está provocando el Covid-19 en el mundo, lo saben por los medios de comunicación. En esta localidad solo han sido suspendidas las clases y reuniones masivas, pero los campesinos no han parado un sólo día.
Efraín Torres manifiesta que aquí no se podrían aplicar las medidas decretadas por las autoridades sanitarias, de no ir a trabajar, suspender actividades o encerrarse en casa: “aquí un día no se trabaja, al siguiente no se come, aquí la gente vive al día, del trabajo en el campo”.
Comentan los pobladores que aquí difícilmente se quedarían sin alimentos en esta crisis, pues el campo es generoso. “Este año, no hay una parcela que no se haya sembrado, y con eso tenemos garantizada la alimentación”, dijo.
A lo largo de los caminos se observan desde niños y adultos, hombres y mujeres, en las parcelas y “tlacololes”. Todos sembrados de maíz, frijol, calabaza; en medio de huertas de aguacate regados con aspersores (reiletes dicen en el pueblo). En unos apenas sale la milpa; otros ya tienen elote y en algunos ya están recogiendo la mazorca.
No hay buenas ventas, por restricciones de Salud
A pesar de que en la comunidad de Azinyahualco todavía no hay ninguna persona contagiada por Covid-19, dicen que los efectos de la crisis por las restricciones de salud empiezan a resentirse, sobre todo en la falta de ventas de sus productos.
En tiempos normales acuden compradores de Acapulco, Chilpancingo y Ocotito a comprar toneladas de elote, jitomate y otros productos, pero ahora no va nadie y las cosechas “ya están listas para el corte”.
En el caso del jitomate no puede permanecer más de cinco días una vez madura la fruta, y deben recogerla y venderla al precio que sea. Hace 15 días la caja de aproximadamente 24 kilos alcanzaba los 400 pesos, y ahora pretenden comprarla en menos de 200 pesos.
Noé Torres Anota, productor de elote (maíz), dice que su fruta ya está lista para vender pero ahora no hay nadie que quiera comprar, y tiene máximo ocho días para sacar la temporada.
Esta temporada todo avanzaba con éxito; el litro de elote (25 piezas) alcanzó hasta los 60 pesos, algo que no ocurría desde hace muchos años, y preveía vender al menos 200 litros en 50 pesos, pero ahora está en total incertidumbre, así como su economía a corto plazo.
La pérdida no sería total, en caso de no venderse quedará para maíz, sin embargo el rendimiento no es el mismo, debido a que el grano se vende más barato, requerirá más trabajo e inversión, dejando de ser rentable.
Carlos Morales, quien también se dedica a esta actividad, cosechó hace ocho días, y pudo vender su producto, tiene otra siembra que estará lista en 15 días aproximadamente, y la incertidumbre es la misma.
Ellos siguen trabajando, pues de esto depende su familia, y los productos del campo no podrán faltar en esta cuarentena, incluso si se extendiera, “aquí no nos queda de otra, tenemos que seguirle, venga lo que venga”, dice, mientras se pierde en la milpa, a la cual aplicaba fertilizante.